martes, 1 de febrero de 2011

Reflexiones

A tí, Maestro
El maestro es lo más grande que existe.
El maestro es nada menos que aquel ,
que no solo vive para sí mismo sino que vive para sus alumnos.


Vive con sus alumnos.
Vivirá en sus alumnos, aún después de morir el maestro.
El más grande maestro es Cristo.
El es, para los maestros cristianos,
el modelo único. Cristo no vivió para sí mismo.
Vivió por nosotros. El vino al mundo para vivir con nosotros.
Y, finalmente nos dejó Su Cuerpo y Su Sangre para vivir en nosotros.
Cristo nos enseñó que ser maestro
significaba vivir por el discípulo y en el discípulo.
Todo ello lo enseñó Cristo no solo con palabras sino con su ejemplo personal.
Tener a Cristo de modelo de maestro es algo sencillamente maravilloso.
Es una experiencia única. Nunca podrá entrar la rutina en nuestras vidas.
Siempre habrá felicidad y el gozo de estar viviendo por el alumno.
Tanto en las buenas como en las malas.
El maestro que tiene por modelo a Cristo,
gozará por tener la convicción que su vida no es en vano,
que aún es pues de su muerte vivirá en sus alumnos.
Ante una tal visión del maestro,
por más años de experiencia que posea, cada año escolar es un nuevo empezar.
Cada alumno es una nueva persona.
Los maestros tenemos que ver a cada alumno,
con los ojos que Dios ve a cada persona que ha creado.
Los maestros tenemos que ver a cada alumno ,
como queremos que Dios nos vea a nosotros.
Los maestros tenemos que sonreír a cada alumno,
como queremos que Dios nos sonría a nosotros.
Los maestros tenemos que perdonar a cada alumno,
como queremos que Dios nos perdone.
No podemos decir a nuestros alumnos: "Yo te conozco",
sin dejarle cambiar, crecer, madurar, sin confiar en Él.
Tenemos que tratar a nuestros alumnos,
de la misma forma que lo hizo el padre con el hijo pródigo. No dijo:
"Ya te conozco". Muy por el contrario lo perdonó y le permitió crecer,
madurar.
Y el hijo pródigo había cometido faltas mucho mayores que nuestros alumnos.
Definitivamente, los maestros cristianos, tenemos que saber perdonar.
Sólo así podremos rezar, junto con nuestros alumnos, el Padre Nuestro.
Antes de rezar el Padre Nuestro, en la Eucaristía, el sacerdote exclama:
"Por El, con El y en El". La próxima vez que vayamos a Misa,
 meditemos sobre nuestro compromiso como maestros cristianos.
Meditemos, pues si nuestra entrega,
como maestros cristianos es POR nuestros alumnos,
es con nuestros alumnos, es en nuestros alumnos.
Solo ahí estaremos imitando más profundamente a Cristo, nuestro modelo.
Por todo ello, empecemos como si fuese nuestro primer año de clases,
con el entusiasmo y el candor de aquél que por primera vez ha escuchado Cristo exclamar:
 "Yo soy el camino, la Verdad y la Vida"
 y se entrega de lleno con todas sus fuerzas,
con todo su corazón, con toda su alma,
a mostrar ese Camino, esa Verdad y esa Vida a sus alumnos.
Sólo así seremos maestros cristianos felices,
 porque estaremos viviendo por nuestros alumnos,
con nuestros alumnos y seguiremos aún después de nuestra muerte,
 en nuestros alumnos.
El maestro es lo más grande que existe.
El maestro es nada menos que aquel ,
que no solo vive para sí mismo sino que vive para sus alumnos.
 

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